Valle del Encanto
Valle del Encanto
Recibió su nombre al conocerse diversas leyendas que dicen que el lugar estaría encantado. Observarlo, visitarlo, nos hace retroceder en el tiempo y participar en las ofrendas que los primitivos habitantes de la zona realizaban a sus dioses.
Era un lugar donde concurrían cazadores y pastores, aprovechando las excelentes condiciones que posee, principalmente la existencia de agua permanente en su lecho, incluso en años secos.
Las excavaciones en el Valle del Encanto han permitido determinar que fue habitado desde hace casi 4.000 años por grupo de cazadores y recolectores de cierta tradición costera quienes a comienzo de nuestra era dieron paso a nuevas oleadas individuos, hábiles ceramistas, recolectores con uso creciente de técnicas agrícolas, ganaderos, semi-aldeanos que habitaron el lugar hasta el siglo VII DC aprox.
PETROGLIFOS
En la superficie de las grandes rocas que conforman el lugar podrá ver gigantes petroglifos. El principal elemento decorativo de los dibujos es la figura humana que se encuentra generalmente en actitud de movimiento. Los rasgos faciales se advierten señalados con un círculo y líneas para los ojos, narices y cejas; la boca no se dibuja. Este conjunto de elementos a permitido a los arqueólogos formulas un estilo d arte rupestre, llamado el “Estilo Limarí”.
Las pictografías son de color rojo y se encuentran en escaso número. Presentan una temática geométrica de líneas onduladas o quebradas, desvinculadas de las típicas figuras antropomorfas que se observan en los petroglifos.
PIEDRAS, TACITAS O MORTEROS
En una vegetación compuesta de arbustos pequeños, cactus y algunos árboles de escasos ramajes, se encuentran las piedras tacitas o morteros. Existe una gran variedad y abundancia; se presentan en tres tipos: Cupuliforme, Elipsoides y Cuadrangulares. Tienen un diámetro que varía entre 10 a 15 centímetros y la profundidad de la excavación oscila entre 4 a 8 centímetros. Por su ubicación se cree que son contemporáneas a los petroglifos y pictografías; se utilizan durante la ocupación del Complejo Cultural El Molle.
INVESTIGACIONES
Científicos chilenos han trabajado arduamente en la tarea de clasificar a que cultura pertenecen estas manifestaciones rupestres, llegando a la conclusión que los petroglifos, aunque presentan una diversidad de estilos y técnicas, parecen corresponder al Complejo Cultural El Molle (sigo II-VII de nuestra era).Las pictografías pueden ser manifestaciones más antiguas dentro del contexto, sin embargo, también ubicables dentro del Complejo Cultural El Molle.
Respecto a los estilos representados, los expertos señalan que están estrechamente vinculados a la actividad mágico religiosa, no sólo se refieren a la expresión ritual de un grupo humano, sino que, asimismo, a la ayuda sobre natural en las actividades económicas representadas a través del arte rupestre, expresadas en la cabeza y pastoreo.
LA DONCELLA DEL VALLE EL ENCANTO
El río Limarí y sus ríos tributarios esconden un pasado prehispánico atesorado en múltiples sitios arqueológicos registrando el paso de cazadores y recolectores trashumantes desde el año 2.000 A.C., quienes dejaron rastros de una economía basada en el manejo de ganados de llamas y alpacas. Su testimonio más rico pertenece al Valle del Encanto, que se funde con la leyenda “la doncella del Valle del Encanto”, narra la historia que una doncella realizaba misteriosas y fugases apariciones en lo alto del peñón del encanto, resplandeciendo de oro su cabellera y alba de tules su figura.
“Por extraño encantamiento de malabares, una naranja de oro rodaba por el aire, yendo de una de sus manos a otra y viceversa, cuando alguien intentaba aproximársele, la figura se esfumaba sin dejar rastro alguno, quiso en una de esas misteriosas apariciones que la viera un indígena, el cual se prendó de tal belleza y, poseído por una obsesión rayana en lo pertinaz, día y noche guardo tan esperada presencia, muchas veces la volvió a ver, y cegado, raudo se le aproximaba, pero, tal cual era el designio, cuando más se acercaba, la figura íbase desvaneciendo hasta desaparecer completamente.
Así el hechizo, más una noche estrellada, el obcecado hombre logró llegar sorpresivamente hasta ella y, al extender los brazos para cogerla, la luz dorada que despedían sus cabellos y las naranjas de oro lo cegaron. Cerró fuerte los ojos doloridos, y al reabrirlos, comprobó que el encanto había desaparecido, loco por el dolor punzante, decepcionado por la cruel realidad de sus manos vacías, se arrojó desde el alto del peñón al vacío, su cabeza azotó contra la mesa bajo la piedra del peñón, terminando así con su miserable existencia y su ilusión amorosa rota”.